viernes, 10 de abril de 2020

Coronavirus no es una palabra

Cuando se pretende plasmar los sentimientos mediante el lenguaje, estamos tratando de ganarle una carrera a un leopardo a gatas. ¿De qué sirven las palabras en un momento donde el miedo y el amor, las emociones más poderosas del ser humano, conviven inauditamente en el encierro de una cuarentena? La escasez nunca es tan próxima y real como cuando la opulencia se encuentra afianzada en nuestro regazo. Es precisamente esta dualidad emocional la que logra que amemos y temamos con más ímpetu al encontrarnos arrinconados en una determinada situación, pues ambas sensaciones son aristas que convergen en el mismo vértice de dicha esquina.
De vuelta al lenguaje, es posible argumentar que lo visceral, lo sensible, no puede ser comunicado de la manera adecuada a través de ningún medio; porque lo que reside en nuestra mente, la cual existe, tan solo no en algún espacio físico, no puede aterrizar al mundo tangible sin perder su esencia original. Pero son justamente el terreno común, las experiencias compartidas, las victorias y derrotas que conforman nuestra historia como individuos colectivos, los elementos que dan cabida a la empatía que sentimos entre nosotros. Y en estos duros momentos podemos comprobar que el lenguaje que utilizamos no es más que una manifestación de ello y sin nuestra razón sería tan solo un vulgar código de comunicación instintiva.
Cabe recalcar que la intangible empatía comparte características con la tangible sustancia y su principio de impenetrabilidad que sugiere que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar al mismo tiempo, pues si bien podemos aproximarnos al sentir de otros, jamás lograremos adoptar su perspectiva exacta de manera simultánea.
Si el escultor prepara su cincel para brindar los golpes precisos en el mármol y el músico atiende a la más leve variación de vibraciones al afinar su instrumento antes del recital, queda en nosotros el hallar en la riqueza de nuestro idioma verbal las expresiones adecuadas para apaciguar el dolor, para fortalecer a la fortaleza y para halar desde los sentimientos más idealizados y espirituales hasta materializarlos en nuestro mundo sin que pierdan su significado nuclear. Ante un proceso de tal meticulosidad debidamente realizado, el lenguaje no verbal fluirá libremente, aportándonos las herramientas necesarias para complementar el mensaje y así proyectar nuestras emociones más inmanentes cual bloques de materia maciza. Si el leopardo nos vence en una carrera, utilicemos un vehículo para derrotarlo. Plantémonos por un instante y dispongamos de nuestra capacidad intelectual para hacer frente a lo rudimentario de este mundo. Coronavirus no es una palabra, son dos.

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