domingo, 19 de mayo de 2024

El ciclo del agua

Estoy acostumbrado a que llueva en mi pueblo de forma constante, pero la lluvia de hoy tiene algo muy particular. Si pudiera ponerlo en una palabra sería nostalgia. Si pudiera ponerlo en más, lo cual, si no es molestia, me tomaré la libertad de hacer, diría que es como un leve rocío de recuerdos alegres, terribles y ambas cosas, una sucesión infinita de gotas que aparentan contener solo agua, pero que al reventarse contra el asfalto, el césped, una ventana, lo que les toque, culminan en un charco de viejas oportunidades desperdiciadas, goteras de ocasiones que no volverán, inundaciones de qué hubiera sido. Creo que es la forma más fiel de ponerlo por escrito. Sin embargo, me encuentro mirando por la ventana, casi que intentando contar cada una de las gotas para rescatar de alguna forma ilusamente desesperada algo de mi pasado, salir al patio, abrir la boca y dejar que una fracción de la llovizna se quede en mí o quizá hacer un pozuelo con mis manos donde pueda salvar un mínimo del océano de mi mente que cae sobre mi cabeza. Quizás mañana con el sol olvide este infortunio, o quizás comience a desear que brille con más fuerza para causar un aguacero torrencial que me devuelva mis añoranzas o termine de borrar mi existencia junto con ellas. En ambos casos, estaría igual de satisfecho, me condensaré en el recuerdo de quien sea que me guarde con cariño y gustoso lloveré sobre esa persona en honor al ciclo del agua, que es lo mismo que el de la memoria.

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