domingo, 19 de mayo de 2024

El sonido del azar

El hombre jugaba con las teclas del piano, las tocaba de forma curiosa como si fingiera no conocerlas de memoria, como si no pudiera replicar el sonido de cada una de ellas con tan solo un vistazo, como si sus dedos no las hubieran martillado despiadadamente de camino al crescendo frente a miles de personas en sus conciertos de auditorio. Su entusiasmo estaba intacto. Sabía perfectamente que la música y los números, pese a ser percibidos de forma disyuntiva, convergían simpáticamente en la combinación y las permutaciones que le darían una nueva (y única) sucesión de sonidos nunca antes ejecutada, un cálculo musical para un réquiem probabilístico. Su oído fue calculando la ecuación matemática que sus dedos iban formulando hasta que logró una pieza que le pareció tan sublime, tan pura, que decidió guardarla para sí mismo en secreto, escrita en código en un papel, confiando en que las matemáticas discretas verdaderamente lo sean al no conferir más nunca el privilegio de dicho ordenamiento melodioso a nadie más.



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