La habitación | Paraíso
Las luces tenues de la habitación delineaban siluetas románticas en las paredes como traducciones inexactas del lenguaje de amor que se hablaba en la cama, donde la lengua no verbalizaba nada más que hedonismo crudo y pasión fervorosa.
El pudor reposaba en el suelo junto con tejidos de alta costura y aromas de fragancias extranjeras que poco o nada repercutieron en el lujurioso desenlace de la noche.
En realidad, este fue producto de decisiones inconscientemente premeditadas, sonrisas encontradas a mitad de anécdotas y diálogos vergonzosamente honestos durante una elegante cena que no resultó tan exquisita como el postre carnal.
La pareja se amaba al ritmo de una coreografía perfectamente ejecutada al compás de sus latidos, en la que los gemidos unánimes daban paso al sudor que se evaporaba en hálitos de placer sofocado. El clímax llegó con el silencio oscuro de la noche, desmitificando cada uno de los preparativos previos que favorecieron la consumación del ritual, convirtiendo el amor en algo burdo, banal, minúsculo y transformando el momento vivido en un recuerdo frágil.
Ninguno de los dos se atrevió a emitir una palabra que terminara por resquebrajar el acuerdo tácito del erotismo libre de sentimientos.
Sin embargo, una torpe mirada en fuga se atrevió a declarar lo prohibido “siento que te amo, pero ¿qué somos?”, mientras que unos ojos nublados por una marisma de lágrimas del otro lado de la habitación respondieron afiladamente “de lo que podemos: todo, de lo que debemos: nada”.
Recogieron los textiles regados junto con los olores disipados, pero fue inútil recuperar el decoro, que estaba desde hace mucho ya esparcido por las sábanas, manchando la alfombra con la excusa del Châteaux Margaux y embebido en la atmósfera, putrefacta de amor no correspondido.
La cena | Infierno
- ¿Y tú qué prefieres?
- Vino blanco, definitivamente, el tinto suele… digamos que no es mi mejor aliado.
- Todas las bebidas son tus aliadas, solo depende de lo que quieres hacer.
- ¿Qué quieres hacer tú?
- De lo que se puede, todo, de lo que se debe, nada.
- Qué místico.
- En absoluto, solo no me gusta limitarme.
- Entonces quiero un tinto.
- Interesante cambio de opinión.
- Bueno, no es el primero del día.
- Ah, ¿no?
- Tampoco estaba decidida a venir.
- ¿Y eso por qué?
- Porque me invitaste a salir apenas hoy en la mañana, no tenía un vestido para este tipo de lugar, pero lo conseguí.
- Creo que solo por ese perfume te habrían permitido entrar. Estuviste a punto de perderte del mejor filet mignon y Châteaux Margaux tinto que tus papilas gustativas probarán.
- De todos modos, al final estamos aquí.
- Sí, supongo que todo se da por un motivo.
- O tal vez por ninguno.
- ¡Ey!
- Lo siento, qué vergüenza.
- Tranquila, solo debes explicarle al mesero que rompiste esa copa por ningún motivo.
El poema | Purgatorio
Vislumbrando tierra firme,
la razón combate los espejismos
ingratos causados por la deshidratación
de un corazón que no sabe anhelar,
porque para eso hace falta conocer
al detalle lo que se espera
Esta noche, ¿te parece?
Y los cubiertos sobre la mesa
y el color de tus ojos
y nuestras miradas cruzadas
y las sonrisas furtivas
y las copas levantadas
y el Châteaux Margaux
y el filet mignon
y el término medio de nuestra conversación
y el mesero contemplando la cocción
y…
… si vamos a mi apartamento?
Unos labios encontrándose
en una habitación
por coincidencia
sin clemencia
sin motivo alguno
o tal vez solo uno
con los cuerpos desnudos
ya no sudo,
solo dudo,
porque te quedaste mudo
y en la garganta me amarraste
este maldito nudo
¿podemos ser amigos?
El corazón roto,
junto a una copa hecha trizas en el suelo
cuando no se puede hacer nada de lo que se debe
y se debe hacer todo lo que se puede
Cuánto tiempo, ¿cómo has estado?
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